domingo, 25 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXVI)

Mi madre ha pedido el favor, a una de las clientas de la tienda, de que su hijo, Luis más conocido entre los amigos como “el güito”─ suba a mi casa por la tarde, después del colegio, a jugar un rato conmigo. Me levanto a la hora de comer y me quedo sentado, oyendo la radio, leyendo, o haciendo alguna tarea hasta que viene “el güito” y jugamos partidos de chapas. Algunas tardes, Amparo, una de las vecinas, pasa a coser con mi prima Luz y charlan de los artistas que más les gustan: Marujita Díaz, Lola Flores, Alfredo Mayo…Poniendo la oreja, me entero de los chismes que cuentan de ellos. Así, cada día, hasta la hora de cenar.

En los diarios hablados, Manuel de Agustín, desde París, sigue relatando, cada día, los problemas coloniales de Francia. En Argelia, las luchas entre el FLN y el ejército y los colonos franceses, van en aumento. Los atentados terroristas son cada vez más violentos, y el tono de voz de Manuel de Agustí, cada día más triste.


La “guerra fría” entre los Estados Unidos y la UU.RR.SS.SS. es otro de los temas en los diarios hablados de Radio Nacional. Naturalmente, el gobierno español, haciendo gala de su anticomunismo, apoya a los Estados Unidos. Desde 1953, el tratado de ayuda económica y para la mutua defensa entre España y los Estados Unidos ha hecho que, en cierto modo, España, esté incluida en el bloque occidental aunque, todavía, no está reconocida en la ONU. Los americanos están construyendo bases militares en España.

domingo, 18 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXV)

Gloria se va a casar y se irá a vivir con su suegra. Su novio se llama Paco y es zapatero remendón. Los últimos días parece que está muy nerviosa y no deja de hablar sola y de llamar a su novio canalla. No entiendo lo que le pasa pero le ha tenido que dar un gran disgusto; estaba muy contenta preparando su boda, pero algo ha cambiado.

Finalmente se fue y oigo comentarios sobre que la boda puede tener malas consecuencias. No va a ser fácil convivir con la madre de su marido, a quien la gente tiene por loca, ¿Qué pasará si el marido hereda ese problema?

La prima Luz ha tomado su relevo y se ha venido a vivir con nosotros. De momento, mi madre, parece estar más tranquila con la situación. Mi prima, aunque joven, es muy responsable y cumple al pie de la letra las órdenes de mi madre.

El tratamiento es el mismo que la otra vez; quizás menos medicinas, pero tengo que hacer reposo, no salir a la calle, todo el día en cama, leer y oír la radio: los programas deportivos, los concurso, Diego Valor, Dos hombres buenos, los seriales, la “Cabalgata fin de semana”… Las visitas de mis tíos y primos los domingos por la tarde, del abuelo Marcos que me ha enseñado a jugar a la brisca y al tute cuando viene por las tardes y juega conmigo... Todo sigue igual, sin cambios. Mi madre se escapa de la tienda cuando tiene una oportunidad para ver como estoy. Siempre está preocupada y nerviosa y con la sensación de no poder hacer las cosas bien. Creo ya tiene tomada la decisión de traspasar la tienda.

Las fiestas de Navidad son tan tristes como en años anteriores. La situación no mejora y el enorme trabajo que se produce en la tienda esos días mantiene a mi madre al borde del agotamiento. Mi prima ayuda en lo que puede, como otros primos mayores: Amparo, Pepe, Manolo, el hermano de Luz…La cena de Nochebuena no se puede alargar mucho, las dos están muy cansadas y la comida de Navidad la hace en casa de sus padres.

Cuando tenemos que ir a consulta al hospital del Niño Jesús es casi un día de fiesta. La tía Carmen vive cerca y vamos a su casa al salir de la consulta; comemos allí y puedo jugar un rato con mis primos. Manolito es de mi edad, pero su vida es muy diferente. Va al colegio, de curas, juega con su bicicleta en el Retiro y hace deporte. Después de comer peleo con él sobre su cama, quiero demostrarle que no estoy enfermo y que le puedo.


Pasadas las fiestas, se produce una novedad que rompe la monotonía, Un representante de “Gallina Blanca” (alguna cosa buena tendría que tener la tienda)  ha dado a mi madre dos invitaciones para asistir, en directo, en Radio Madrid, a un concurso que presenta  la pareja más conocida de la radio: José Luis Pecker y Luisa Fernanda Martí; lo patrocina “Gallina Blanca” y, desde “la pecera”, mi prima Luz y yo presenciamos el concurso rodeados de otros invitados y pudimos conocer en directo a estrellas de la radio de las que solo conocíamos sus voces. Tras el concurso, los dos genios del humor que son Tip y Top, comenzaron su programa “No pierda usted el juicio”, cosa difícil de conseguir dadas sus disparatadas actuaciones y, en el que, vestidos de toga, simulaban juicios esperpénticos. Pasaban de uno a otro extremo del estudio, haciendo preguntas absurdas a los espectadores y restregando los merengues que llevaban en una bandeja, por la cara de las personas que presencian el programa en el estudio. Nosotros, en “la pecera”, estuvimos a salvo de sus locuras. No me había divertido tanto en mucho tiempo.

jueves, 15 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXIV)

Otra vez mi hijo enfermo ¿Qué puedo hacer? La tienda me tiene atada y no puedo atenderle como yo quiero; no puedo estar en dos sitios a la vez y la situación va a acabar conmigo…  ¡Tengo que traspasar la tienda!

A lo largo del proceso anterior, algunas personas habían criticado la actuación de don Enrique, el médico. «Es muy caro», «menuda pluma tiene», «siempre buscando las medicinas  más nuevas y más caras, ¿para qué?»

Mi hermana Carmen me habla del hospitalillo del Niño Jesús. Allí hay muy buenos médicos especialistas en niños. Una prima de su marido, Manolo, es religiosa en el hospital y nos ha recomendado un médico, el doctor Montero.

Una mañana, mi madre y yo fuimos a la consulta; hacía frío y llovía. Allí, nos despistamos y nos costó trabajo encontrar la consulta. El hospital es una sucesión de pabellones donde, en la planta baja, está las consultas y otros servicios y en la planta primera, las salas sonde están los niños ingresados. Finalmente encontramos la consulta, estaba en el bajo del primer pabellón.

Cuando entramos, me quedé sorprendido. La sala era inmensa y estaba llena de mujeres con niños en sus brazos, algunos corretean por la sala mientras esperaban su turno para entrar en consulta. Aquello no me gustó, me pareció triste y tuvimos que esperar mucho tiempo hasta entrar en la consulta. Al fin, nos recibió el Dr. Montero. Me pareció un hombre tranquilo y amable. Mandó hacer los consabidos análisis y dijo lo mismo de siempre: reposo, no coger frío, no tomar sal, no comer ciertos alimentos — siempre los que más me gustan —. Cuando salimos, fuimos a ver a la prima de mi tío a la sala de la que está encargada.

Es una monja pequeñita, muy guapa y muy simpática, parece joven y dio muchos ánimos a mi madre.

 — «El Dr. Montero es muy buen médico, verás cómo trata muy bien a tu hijo y se cura pronto», le dijo.
No entiendo por qué allí todos la llaman Sor Catalina y mi tía y mi madre siempre le dicen “Encarnita”. Parece que cuando una mujer entra en una orden religiosa, le cambian el nombre. Me parece una tontería.

sábado, 10 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXXIII)

Poco a poco, la primavera va entrando, la temperatura sube y mis apariciones en la calle van aumentando. No me atrevo a competir en los juegos con mis amigos, que no llegan a entender mi actitud. El fútbol lo veo como algo inalcanzable y correr me da miedo. El médico ha dado por finalizado el proceso y voy recuperando mis actividades normales. No del todo, porque mi madre aprovecha  la situación para apartarme de la calle todo lo que puede. En su fuero interno tenía el propósito de que yo la pisara lo menos posible, siempre ha tenido la manía de que era origen de grandes males. Ha dado la orden a Gloria de que me lleve a jugar o a pasear a cualquier sitio que no sea la calle donde juegan mis amigos.

En uno de los paseos con Gloria, nos hemos encontrado con el espectáculo que ha producido la instalación del primer semáforo en el barrio. El movimiento de coches ya es importante en algunos cruces, en particular, la confluencia de la Avenida de la Albufera con la del Monte Igueldo, a algunos metros de la salida del metro y lo han colocado uno allí, lo que ha alterado la rutina de los habitantes del barrio que, hasta ahora, cruzaban las calles al albur, sin ninguna regla. Supongo que muchos de ellos ni siquiera conocían la existencia de esos artilugios y su aparición no era percibida por algunas personas que cruzaban como tenían por costumbre hasta que el guardia, puesto allí a tal fin, les perseguía con grandes pitidos entre las carcajadas de los curiosos que, a ambos lados de la calle, se tomaban el tema como un espectáculo durante los primeros días.

En verano no hay fútbol, pero hay ciclismo. Las crónicas de la Vuelta a España, el Tour de Francia y el Giro de Italia, forman parte de las tardes de radio. Las proezas de Bahamontes, “el águila de Toledo”, subiendo los Pirineos y los Alpes y sus peleas con Jesús Loroño empiezan a ser famosas. Los dos ciclistas se disputan el puesto de líder del equipo, sin que el director, Luis Puig, sea capaz de imponer su autoridad. Otros corredores españoles, como Salvador Botella o Bernardo Ruiz son también figuras.

A nivel internacional, el francés Louisón  Bobet y el italiano Fausto Coppi son las figuras que ganan cuantas carreras por etapas se disputan. Este año, Bobet ha ganado el Tour. El año pasado, Coppi había ganado el Giro de Italia y el campeonato mundial de ciclismo. Durante los días en los que se corren las grandes vueltas, las “metas” son el juego preferido de los chavales. Simulamos las carreras de bicicletas con chapas, en las que ponemos las caras de los ciclistas.

Algunas tardes, Gloria, me lleva a casa de su familia. Allí se encuentra a a gusto y yo juego partidos de chapas con su sobrino, que es un chaval bastante esmirriado y nervioso al que todo el mundo conoce por “Paquiqui”; cuando mi madre se ha enterado de aquellas visitas ha prohibido a Gloria repetirlas ─ tenía que llevarme a sitios donde me diese el aire ─, así es que, todas las tardes vamos al bulevar aunque yo no me pierdo, en la radio, la hora en la que los “Dos hombres buenos” y “Diego Valor” viven sus aventuras, en dos territorios tan diferentes: el oeste americano y el planeta Venus.


Ha llegado el otoño y he vuelto al colegio. Una mañana, nada más empezar, ha habido un brusco cambio de tiempo y ha bajado mucho la temperatura. He vuelto a casa con dolor de garganta y fiebre y, a las pocas horas, he vuelto a orinar sangre. El problema ha resurgido.

martes, 6 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXXII)

Desde la muerte de mi padre, la Navidad ha sido una época triste en mi casa. Este año, conmigo en cama, enfermo, mucho más y mi estado de salud no mejora, se ha estabilizado sin avances ni retrocesos y el ambiente no es el más propicio, a pesar de la buena voluntad del entorno familiar. Todos tienen sus propias ocupaciones y negocios que atender y celebran las fiestas con sus familias. La tienda absorbe la mayor parte del tiempo de mi madre, que se afana por atenderlo todo, sin conseguirlo plenamente al menos esa es su sensación ; solo la tía Quiteria ha hecho el sacrificio de venir a cenar con nosotros en Nochebuena. El ambiente no es precisamente alegre, con las dos agotadas por un duro día de trabajo en las tiendas, y sin ganas de celebración, hemos cenado en silencio.

Todas las emisoras de radio tenían que conectar con Radio Nacional de España a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche, para retransmitir el diario hablado, popularmente más conocido por “el parte”, supongo que por reminiscencias de la guerra civil. En estos noticiarios, aparte de las alabanzas a los consabidos logros del Régimen en las noticias nacionales, en el ámbito internacional, la mayor parte de la atención se centraba en Francia con sus guerras coloniales: en Indochina, con el relato de la lucha contra las fuerzas independentistas vietnamitas de Ho-Chi-Ming y el general Giap, que finalizó con la derrota francesa de Dien Bien Phu, lo que supuso la independencia de Vietnam, dividido, desde ese momento, en dos países: Norte y Sur. Las tropas francesas volvieron a la metrópoli y en pocos meses más tarde, se vieron envueltas en la guerra contra el FLN, liderado por Ben Bella, que luchaba por la independencia de Argelia. Todos esos acontecimientos, que estaban poniendo en jaque la vida de la IV República Francesa, eran puntualmente descritos en las crónicas del corresponsal de Radio Nacional de España en París, Manuel de Agustín que, con su voz triste, conseguía trasladar al oyente los malos momentos que Francia está atravesando. Siempre terminaba sus crónicas de la misma manera: “aquí París, Manuel de Agustín”


Al principio de este año, he recibido uno de mis primeros disgustos deportivos. La selección española de fútbol tenía que jugar los partidos de clasificación para entrar en la fase final del campeonato del mundo. El contrario era Turquía, que parecía ser un rival fácil y, en efecto, el seis de enero, en Madrid, España ganó el partido por 4-1 y en la vuelta el catorce de marzo, en Estambul, España perdió por 1-0; había que celebrar un partido de desempate que se jugó en Roma dos días más tarde. El partido acabó con empate, 2-2, y la reglamentación no contemplaba tirar penaltis ni otra alternativa similar. El ganador tenía que ser elegido por sorteo y, un niño italiano, un bambino, sacó de la bolsa el papel con el nombre de Turquía. España había quedado eliminada del mundial de 1954 y Pedro Escartín, en sus crónicas, trata de aclarar los motivos de la eliminación. Ese es el cometido de los periodistas deportivos ¿No? 

jueves, 1 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXXI)

Radio España también tenía algunos programas a seguir. Después de comer, había un programa deportivo que hacían Pedro Escartín y Rafael Barbosa y lo seguía a diario. Pedro Escartín sólo hablaba de fútbol, pero Barbosa tocaba otros deportes, en especial, le gustaba mucho el boxeo. La figura de la emisora era Ángel Soler que hacía de todo: Presentaba concursos y, además, era actor, que lo mismo interpretaba a Sandokán, “El tigre de la Malasia” que a un bandolero andaluz, “El zamarrilla”. Incluso, la tarde de reyes, cada año,  hacía una obra infantil en el Teatro Calderón, “La Tomasica y el Mago” Él hacía de mago, claro. Antes de estar malo iba a verla con mis primas; nos invitaba la tía Pepa.

Por oír, oía hasta los mensajes que Franco daba cada fin  de año. Me tragaba los metros cúbicos de hormigón consumidos en la construcción de embalses para regadíos y presas hidroeléctricas, los Kilómetros de carreteras nuevas y el resto de datos; todos, a la mayor gloria del Régimen.

Parecía haber una permanente conspiración judeo-masónica contra nuestro país que, según nuestro invicto caudillo, compendiaba todas las virtudes en un sistema que lo convertía en la Reserva Espiritual de Occidente y en baluarte contra las filosofías marxista-leninista y liberal-capitalista: lo cual, observado desde un punto de vista actual, no debía dejar un marco de actuación económica y/o política muy amplio. Entonces mis conocimientos no me permitían entender aquello, pero me surgía la pregunta de que, como siendo el nuestro un sistema tan bueno, tenía tantos enemigos y tan pocos seguidores en el mundo. Por otra parte, las opiniones que escuchaba a las gentes de mi entorno tampoco coincidían demasiado con la versión oficial. En realidad, en este aspecto las cosas no han cambiado demasiado. ¿Por qué las versiones oficiales coinciden tan poco con la opinión de la gente de la calle?

Ya avanzado el curso, mi madre ha ido a hablar con don Jenario, mi antiguo maestro, y le ha pedido que me ponga alguna tarea, para que no pierda tanto el ritmo de mi educación. Le llevaba mis cuadernos y él los llenaba de ejercicios de análisis gramaticales, cuentas y problemas de todo tipo para que yo los resolviese. Los cuadernos, una vez acabados los ejercicios, eran llevados al colegio donde él los corregía. Alguna vez me los devolvía con notas como ¡NO TE FIJAS NADA!, cuando me había equivocado en las respuestas y siempre, con nuevos ejercicios. Todo este juego, aislado en casa y sin contacto con mis compañeros de colegio, no me interesaba mucho, prefería la lectura desordenada de cualquier novela, cuento o similar que caía en mis manos. Hasta llegué a leer parte de la obra política de José Antonio Primo de Rivera.

Las mayores suministradoras de libros eran mis tías Pepa y Quiteria, solteras, que tenían una papelería-librería junto a la tienda del tío Eugenio, de quien era el local, y que tenía una pequeña vivienda en la trastienda. Unos años antes, lo había habilitado para proporcionar un medio de vida a mis tías, sus cuñadas. El día de la inauguración fue una fiesta estupenda; mi padre todavía estaba allí y, mis primas y yo disfrutamos entre papeles, cuentos y libros. Desde entonces, ir allí fue uno de mis mayores placeres.


Mis tías me proveían de libros de aventuras juveniles, de los que vendían. Los encuadernaban con mucho cuidado para que no se estropeasen durante la lectura, y yo los trataba con mimo. Apenas los abría, había que venderlos luego. Toda la familia, sabedores de mi afición a la lectura, me proporcionaba grandes cantidades de tebeos: “Roberto Alcázar y Pedrín”, TBO, Pulgarcito, Yumbo, etc., eran engullidos en pocos minutos. “El guerrero del antifaz” era mi favorito.